EL PECADO

El pecado no es un tema agradable. Es como hablar del cáncer con la diferencia que todos tenemos pecado y, si no se sana, el diagnóstico es muerte eterna. La buena noticia es que Cristo vino para perdonar y sanar. Pero requiere de nuestra cooperación.

Antes de ir comentando uno por uno los pecados, lo mejor es que hagamos una aclaración, porque muchas veces oímos decir que el pecado está principalmente en la intención y no en la acción en sí?

¿En que sentido? El pecado es una opción deliberada (libre) y conscientemente elegida, contra la voluntad de Dios. Cuando se toma esa opción ya se está en pecado aunque no se haya ejecutado exteriormente. Por eso se puede pecar de pensamiento y de omisión  

El pecado de Adán y Eva fue separarse de Dios para convertirse ellos mismo en dioses (ese pecado les fue advertido, las consecuencias ya la sabían).

“Dios sabe que en el momento que comáis la fruta vuestros ojos se abrirán y seréis como dioses” (Génesis 3:5).

Ser como dioses significa ser la autoridad suprema, jueces supremos del bien y del mal. Es una actitud del corazón.

Puede que en teoría aun se acepten las enseñanzas de Cristo, pero estas quedan en efecto nulificadas porque la soberbia ha cegado el discernimiento. Entonces la interpretación personal justifica el deseo de pecar y no se deja iluminar por la enseñanza de la Iglesia. Podemos entonces decir que tenemos "buena intención" cuando en verdad solo es buena según nuestro falso juicio.

La rebelión del corazón contra Dios es la esencia de nuestro pecado. Claro que los hechos externos son muy importantes y manifiestan el pecado del corazón.

No se debe confundir la tentación con el pecado. El demonio nos invita a pecar (tentación), pero podemos resistir y vencer. Jesús también fue tentado pero rechazó al demonio. Quien resiste la tentación abrazando la cruz y confiando en Dios, se fortalece y vence al demonio.

Pecamos cuando asentimos a la tentación, aunque solo quede en la mente.

Una persona pregunta: ¿Es pecado tatuarse?

Aquí hay que tener presente lo que dice San Pablo: que no somos dueños de nosotros mismos, sino templos del Espíritu Santo por lo que debemos siempre procurar glorificar a Dios con nuestro cuerpo (ver 1Cor 6, 19-20).

La intención. Quien desea tatuarse debe preguntarse qué lo mueve a ello. ¿La vanidad?, ¿el culto excesivo a la propia persona? o tal vez ¿desea presumir una imagen demoníaca, pornográfica, racista, violenta, que promueva la discriminación o el odio, que infunda miedo, que exprese o promueva valores contrarios al Evangelio, que indique pertenencia a un grupo anticristiano o que se dedica a la delincuencia? Entonces desde luego sí sería pecado. Pero si su intención es simplemente exhibir una imagen bella o que tiene un significado sentimental o agradable y no busca herir los sentimientos de nadie ni portar un símbolo de algo negativo ni expresar en modo alguno idolatría, es decir, que se sirve o se pertenece a alguien o a algo por encima de Dios, desde luego no comete pecado. Conviene, pues que el católico que desea tatuarse se pregunte: esta imagen que elegí ¿es compatible con mi amor y respeto a Dios y al prójimo y con mi condición de bautizado? También se debe considerar que la imagen elegida compromete a quien la porta, por lo que cuidado con tatuarse un símbolo religioso si la propia vida no da un testimonio de coherencia con éste.